sábado, 30 de agosto de 2008

ENTREVISTA CON EL ARQUITECTO ALBERTO SALDARRIAGA

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Por: Yuliana Yabar

El Arq. Alberto Saldarriaga es tal vez uno de los más reconocidos arquitectos a nivel latinoamericano, Arquitecto Graduado de la Universidad Nacional de Colombia, especializado en vivienda y planeamiento, con cursos en Ann Harbor, Michigan, ha publicado varios libros, ha obtenido premios en la Bienal de Quito en varias ocasiones y es actualmente director curricular del programa de Maestrías en Historia y Teoría del Arte, en la Universidad Nacional de Colombia y docente invitado en varias Universidades de Latinoamericanas.

1. Usted es un arquitecto de gran renombre internacional, podría explicarnos , ¿como y cuando supo que esto era lo que quería?

Yo supe que quería ser arquitecto cuando entendí que era la arquitectura, casi al final de los estudios universitarios. Desde entonces creo que he tratado de llevar el título con dignidad y de trasmitir una ética de la arquitectura. Nunca me dí cuenta cuando mi nombre se hizo conocido en el país o fuera de él. Yo mismo me sorprendo de ser famoso.

2. Profundizando los trasfondos simbólicos de su educación, parcial o total, nos podría revelar las claves de su identidad o sus motivaciones.

Uno no siempre es consciente de las claves de su pensamiento o de su identidad. Mi educación como arquitecto, en la Universidad Nacional de Colombia tuvo dos componentes importantes: un sentido particular de la modernidad y un fuerte sentido social que me dejaron una huella profunda. Mi interés por lo propio, por lo latinoamericano tiene otras raíces. Tal vez el descubrimiento de la fotografía como medio de comunicación y los recorridos por Colombia me impregnaron de un aprecio particular por lo popular, por aquello que no siempre se ve. La historia ha sido otra fuente de vínculos con el patrimonio cultural y ha configurado con la modernidad, el sentido social de la arquitectura y la identidad cultural el marco en el que he desarrollado mis trabajos.

3. ¿Podría definir la palabra arquitectura, como símbolo, concepto, estructura o filosofía de vida?

Una definición de la arquitectura puede ser muy obvia o indescifrable. Todos sabemos que es la arquitectura como hecho construido, pues la habitamos permanentemente. Como disciplina especializada es una manera de ver el mundo y de entenderlo para poder hacerlo o rehacerlo. Como profesión es un ejercicio social que, por principio, debe ser responsable de sus acciones. Ser arquitecto es pensar y hacer un mundo habitable para todos, es construir calidad de vida.

3. ¿Cual es el rol del arquitecto frente en la sociedad? Lucro, vocación, emoción social… realmente ¿somos los dueños de las ciudades, estas nos pertenecen?

Creo que ya he respondido en parte esta pregunta. El rol del arquitecto en la sociedad no es solo el que se le asigne sino aquel que luche por ocupar. Como profesional debe vivir se su trabajo, como pensador debe ir más allá del lucro y asumir una responsabilidad social frente a la naturaleza, la ciudad y la arquitectura.

La ciudad es de los ciudadanos, no es de los arquitectos. Pretender ser sus dueños es algo arrogante. Podemos ser, cuando menos, unos pensadores y constructores responsables del espacio urbano y de las edificaciones. El arquitecto, antes que nada es ciudadano y desde esa condición ejerce su saber. Ser arquitecto olvidando la ciudadanía puede llevar a errores garrafales.

4. ¿Que vale más la técnica exacerbada desligada de la expresión, acertada a la globalización o la sensibilidad tenue dentro de los parámetros antiguos?

La globalización es un mecanismo de mercado impuesto por las grandes potencias al resto del mundo. La tecnología, especialmente la informática, es uno de los instrumentos de esa globalización. Difundir modelos tecnológicos avanzados permite ampliar los mercados mundiales de las grandes transnacionales. Esas tecnologías “nuevas” hacen ver lo regional y lo local como “antiguo”.

Hace ya décadas se habló formularon los principios de las tecnologías apropiadas, antiglobalizadoras en su esencia. Hoy en día se habla de la sostenibilidad ambiental y cultural que tiene como base aquello que existe en cada lugar. La seducción de las nuevas tecnologías va muchas veces en contravía de estos principios de sensatez ideológica y cultural.

5. ¿Como consideraría su arquitectura, cual fue su producción más emotiva?

Lo que he hecho como arquitecto no sólo son obras físicas, creo que más importante ha sido el esfuerzo por construir un pensamiento. Lo que hago en un proyecto es reflejar ese pensamiento. En cuanto a emotividad, creo que toda obra la requiere. Pero tal vez en una sala de ensayos para la Orquesta Filarmónica de Bogotá puse mucho más afecto, dada mi pasión por la música.

6. ¿En que se inspira para proyectar sus obras?, ¿existe una musa o es realmente transpiración sensitiva?

Mi modo de proyectar es sencillo. Busco una idea lo más clara posible y la desarrollo. La musa o inspiración sólo aparece cuando se ha trabajado en la internalización del problema, en el conocimiento a fondo de sus requerimientos, de sus posibilidades.

7. ¿Cual ha sido su obra más compleja, la que más perturbaciones le ha causado?

No soy un diseñador compulsivo atormentado por el complejo de ser genial. Por tanto no he sido perturbado por ninguna obra. Lo perturbador proviene la mayor parte de las veces de circunstancias ajenas al proyecto y, en particular, de obstáculos innecesarios. Proyectar es un placer y como tal debe asumirse.

8. La arquitectura en el ser humano es tan imprescindible como visible; ¿cual seria su definición del hombre, como consumidor de arquitectura?

No soy amigo de dar este tipo de definiciones. El ser humano es un ser arquitectónico, no consume arquitectura, la vive. Consumir quiere decir desperdiciar y eso, en arquitectura, en un pecado mortal.

9. ¿Podríamos los latinoamericanos, definirnos, mas allá de la lengua… en la arquitectura, o se reconoce diferente, como un ente disperso y común a la vez?

Para los nacidos en Latinoamérica se latinoamericanos es algo inevitable. Nunca seremos europeos o norteamericanos. Asumir la latinoamericanidad como punto de partida de un pensamiento y de una acción es otra cosa. La globalización nos dice mentirosamente que todos somos iguales, lo cual evidentemente no es cierto. Como en la granja de George Orwell, hay unos animales más iguales que otros. Desde la Conquista, América latina ha sido un espacio de encuentros, de mestizajes, de cruces culturales. No existe una esencia “pura” en lo latinoamericano, por el contrario, es esa mezcla multicultural lo que no hace diferentes y ricos en texturas y matices. Fingir ser europeos o norteamericanos es como teñirnos el pelo de rubio (como Shakira) y usar lentes azules de contacto...

10. ¿Usted cree que la arquitectura representa un único individuo o en el arquitecto con muchas oficinas en diferentes partes del mundo?

No creo mucho en los arquitectos “globales” que hoy en día abundan en el mundo. Eso es más una industria arquitectónica con marca de fábrica que un trabajo dedicado, particularizado, responsable. Se adquieren edificios de tal o cual autor, como se adquiere ropa de marca.

11. La arquitectura como las personas e incluso la misma naturaleza es absolutamente compleja, ¿bajo que criterios se pude juzgar una obra arquitectónica?

Una obra de arquitectura puede juzgarse en sí misma, con parámetros dados desde la arquitectura y debe además juzgarse en relación con su entorno físico, social y cultual. Es en la conjunción de esos dos juicios dónde se aprecia realmente el valor de una obra. Un objeto muy bien elaborado puede que no represente ningún aporte en su contexto. Es una obra ensimismada. Como se ha dicho antes, la arquitectura es calidad de vida, es en ese sentido que debe ser juzgada...

12. Colombia en los últimos tiempos ha tenido una gran repercusión a nivel latinoamericano, después de lo que lastimeramente paso con Argentina, ¿esta consiente de la importancia latinoamericana de Colombia?

La importancia de un país en el panorama internacional puede ser un logro alcanzado a base de esfuerzos colectivos demostrados a través de los hechos concretos pero puede también ser puro efecto mediatíco basado en el empleo eficaz de mecanismos publicitarios. En Colombia, afortunadamente, creo, estamos más en el primer campo que en el segundo. Si algún nivel de importancia internacional hemos alcanzado ha sido a base del trabajo conjunto de proyectistas, historiadores e investigadores. La importancia es importante solo si transmite algo positivo. Ojalá sea ese el caso de Colombia.

13. ¿Cual es su referente humano dentro de la práctica arquitectónica, cual es el arquitecto que más respeto le merece, por sus logros, sus impresiones, o simplemente su arquitectura?

Mi maestro más influyente ha sido Paolo Soleri, quien trabaja en Arizona, estados Unidos en la construcción de lo que yo llamo la “ultima de las utopías”. Los maestros colombianos a quienes profeso admiración y respeto son varios: Dicken Castro, Arturo Robledo, Enrique Triana y Rogelio Salmona. Además de ser grandes proyectistas son ejemplos de ética.

14. Para concluir, ¿cree usted que el tiempo de la arquitectura verdaderamente no ha llegado, o estamos invadidos de ella y no nos hemos dado cuenta?

El tiempo de la arquitectura ha sido todo el tiempo de la humanidad. El tiempo de los arquitectos es el de la modernidad, cuando se iniciaron la planeación urbana, la vivienda en serie, la restauración patrimonial y las grandes tareas sociales. En América latina ese tiempo es relativamente reciente, no alcanza un siglo de existencia. La construcción popular es todavía la mayor productora de ciudad.

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