Por: Luis J. Grossman
Para muchos jóvenes, esto vale incluso si fueran estudiantes de arquitectura, la palabra adobe alude más a un programa de computación que a un material utilizado para la edificación durante mucho tiempo en buena parte del país.
Por eso, entre otras muchas razones, es bienvenida la idea que expuso hace algunas semanas atrás en el Senado de la Nación la dirección de la revista Vivienda. En efecto, en esa ocasión, los arquitectos Daniel Carmuega y Guillermo Tella, director y asesor respectivamente de la revista, pusieron en marcha el concurso de anteproyectos impulsado por la misma, convocando a estudiantes de diversos niveles: el universitario por una parte, y el de escuelas técnicas por la otra.
La localización es en la Patagonia, el programa se refiere a un conjunto vecinal de viviendas con su equipamiento básico, y la condición impuesta por los organizadores establece al adobe como material fundamental para la concreción de la idea que se proponga como diseño de base.
En el prolongado período que se publica esta columna, se abordó este tema en reiteradas ocasiones, siempre con la convicción de que se trata de un asunto importante. No hace mucho tuvimos ocasión de mostrar las obras del arquitecto Antoraz en la provincia de Jujuy, en las que se exhiben las múltiples posibilidades del adobe en construcciones de lenguaje contemporáneo.
Se pueden encontrar ejemplos y estudios en Europa con el rótulo de Terre cruite (tierra cruda) y el lector se sorprenderá al ver la cantidad y calidad de los edificios realizados con ese material en países como Francia y Alemania, donde hay incluso construcciones de varios pisos de altura realizadas con adobe y procedimientos que aplican tecnologías modernas (moldes metálicos, vibradores para un asentamiento consistente y parejo, aditivos que aumentan la resistencia mecánica, etc.)
De tal manera, la compacidad de las paredes resultantes es tal que se puede proceder a pintarlas sin que virtualmente haya que realizar enlucido o revoque alguno.
Una alternativaFalta decir que la inercia térmica del adobe permite asegurar que las casas realizadas con este material son frescas en verano y cálidas en invierno. Una vez examinados estos datos y habida cuenta de las ventajas que en cuanto a gastos de energía brinda el adobe, uno puede preguntarse cuál es la razón por la cual no se lo usa en construcciones económicas.
Como no hay explicaciones coherentes para este interrogante, el certámen que acaba de lanzar la revista Vivienda promete la obtención de muy interesantes propuestas.
Y si no se logran resultados espectaculares, la experiencia que capitalizarán los jóvenes intervinientes va a contribuir, sin duda alguna, a poner en primer plano un material que procede de los ancestros de nuestra cultura, que es conocido y utilizado en las más remotas civilizaciones y cuyas imágenes modeladas casi artesanalmente enriquecen el paisaje natural, desde el noroeste argentino hasta el norte de Africa.
Llámese adobe o tierra cruda, estamos en deuda con un material que aprendimos del hornero, muchos siglos atrás.
Para muchos jóvenes, esto vale incluso si fueran estudiantes de arquitectura, la palabra adobe alude más a un programa de computación que a un material utilizado para la edificación durante mucho tiempo en buena parte del país.
Por eso, entre otras muchas razones, es bienvenida la idea que expuso hace algunas semanas atrás en el Senado de la Nación la dirección de la revista Vivienda. En efecto, en esa ocasión, los arquitectos Daniel Carmuega y Guillermo Tella, director y asesor respectivamente de la revista, pusieron en marcha el concurso de anteproyectos impulsado por la misma, convocando a estudiantes de diversos niveles: el universitario por una parte, y el de escuelas técnicas por la otra.
La localización es en la Patagonia, el programa se refiere a un conjunto vecinal de viviendas con su equipamiento básico, y la condición impuesta por los organizadores establece al adobe como material fundamental para la concreción de la idea que se proponga como diseño de base.
En el prolongado período que se publica esta columna, se abordó este tema en reiteradas ocasiones, siempre con la convicción de que se trata de un asunto importante. No hace mucho tuvimos ocasión de mostrar las obras del arquitecto Antoraz en la provincia de Jujuy, en las que se exhiben las múltiples posibilidades del adobe en construcciones de lenguaje contemporáneo.
Se pueden encontrar ejemplos y estudios en Europa con el rótulo de Terre cruite (tierra cruda) y el lector se sorprenderá al ver la cantidad y calidad de los edificios realizados con ese material en países como Francia y Alemania, donde hay incluso construcciones de varios pisos de altura realizadas con adobe y procedimientos que aplican tecnologías modernas (moldes metálicos, vibradores para un asentamiento consistente y parejo, aditivos que aumentan la resistencia mecánica, etc.)
De tal manera, la compacidad de las paredes resultantes es tal que se puede proceder a pintarlas sin que virtualmente haya que realizar enlucido o revoque alguno.
Una alternativaFalta decir que la inercia térmica del adobe permite asegurar que las casas realizadas con este material son frescas en verano y cálidas en invierno. Una vez examinados estos datos y habida cuenta de las ventajas que en cuanto a gastos de energía brinda el adobe, uno puede preguntarse cuál es la razón por la cual no se lo usa en construcciones económicas.
Como no hay explicaciones coherentes para este interrogante, el certámen que acaba de lanzar la revista Vivienda promete la obtención de muy interesantes propuestas.
Y si no se logran resultados espectaculares, la experiencia que capitalizarán los jóvenes intervinientes va a contribuir, sin duda alguna, a poner en primer plano un material que procede de los ancestros de nuestra cultura, que es conocido y utilizado en las más remotas civilizaciones y cuyas imágenes modeladas casi artesanalmente enriquecen el paisaje natural, desde el noroeste argentino hasta el norte de Africa.
Llámese adobe o tierra cruda, estamos en deuda con un material que aprendimos del hornero, muchos siglos atrás.
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